DOMINGO DE VERANO.
(J.Roberto Mtz.Delgado 210915.-)
Miro el cielo
y cojo aire tibio en un suspiro.
Veo destellos sobre el tapiz
de un cielo nublado,
de un cielo de verano.
Arrugo el entrecejo, esfuerzo mi vista;
absorto contemplo
las acrobacias de decenas de vencejos
que persiguen insectos
invisibles a mis ojos...
Con la boca abierta por la postura
y el embeleso,
escucho la música
del chiar bullicioso
de esos aviones de plata y negro.
Al mismo tiempo
elegantes golondrinas,
con sus elegantes atavíos
de engolada etiqueta,
pugnan disputas
entre fulgurantes destellos.
Mientras,
por un instante bajo la vista,
pardos gorriones vigilan,
desconfiados desde el suelo,
y esquivan a grises y sucias palomas
que les roban el escaso sustento
al paso de sus ridículos andares
de estúpidos movimientos.
Sobre estas imágenes
se superpone la banda sonora
de un canto coral penetrante,
bullicioso y discordante.
De notas danzantes igual que sus vuelos.
De reflejos destellantes
de cazas certeras
de múltiples insectos.
Alegres desayunos
de actores inadvertidos,
ávidos, taimados y atrevidos.
Mientras,
a mis pies
los menos aguerridos,
luchan con riesgos
y vencen sus miedos
para alimentar sus nidos.
Una mañana de verano
en una mañana de domingo,
reanudo mis distraídos pasos
pero con cuidado donde piso...
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