Turbia mañana apenas primaveral.
Silencioso albor de un mes de febrero.
El sol despereza su sueño sereno
y, aunque tímido, decide alumbrar
tacañas hebras de calor y de luz
que permiten, por fin, ver cielo azul.
Ásperas lomas de montañas dormidas
cubiertas, aún, por un blanco paisaje.
Suaves laderas surcadas de heridas
salpicadas con motas de verde ropaje.
Hace frío a pesar del sol; brama el cierzo
con la voz de un profundo lamento.
El dulce mecer de mi húmeda cuna
se agita en un rizo causándolo el viento.
De pronto me atrapa una mano menuda
y me sube en la altura, todo en un tiempo.
Vuelo y viajo… Veo paisajes y estrellas
mientras brazos de algodón me estrechan.
A mi alrededor se desata la tormenta
en violentos arrebatos de furia.
Pataletas que como terminan empiezan,
dejando tras de sí una cortina de lluvia.
El sol se refleja sobre el sirimiri,
y deja tras de sí el nítido arcoiris.
Siento en mi cuerpo como el dedo del frío
relaja las nubes a mi alrededor;
me transforma en estrella de vidrio
y todo descansa en un dulce sopor…
Léntamente, sin casi, ni apenas sentirlo,
vuelvo, feliz, a mi punto de inicio…
Ásperas lomas de montañas dormidas,
cubiertas aún por un blanco paisaje.
Suaves laderas surcadas de heridas,
salpicadas con motas de verde ropaje.
Hace frío a pesar del sol; brama el cierzo
con la voz de un poderoso lamento…
J.Roberto Martínez Delgado(1991).-