Puede ser que peine el aire
con el vello de mis brazos
erizado por la emoción de la caza,
erizado por la emoción de la caza,
la persecución de mi sombra
y el fresco aire de cualquier mañana.
Rasgo tiempo y espacio
con las cuchillas de mis dedos,
con las uñas nacaradas
pero mordidas de impaciencia,
con las uñas nacaradas
pero mordidas de impaciencia,
melladas de arañar
la estela de mi propia espalda.
Desato los nudos del cabello de ese rastro
y vuelvo a entrelazarlos
con el aliento de mis anhelos.
Peino las crines y le susurro al oido
al caballo salvaje de mis deseos
mientras le acaricio con mis trémulos dedos
y suspiro el deseo de cabalgar
sin freno
hasta donde se pierden los recuerdos que seran,
o no...
El polvo levantado en mi carrera
forma figuras danzantes,
sin ritmo,
pero que bailan
al abanicado de mis manos
y al soplo de mi aliento
entrecortado
y agotado.
El mismo soplo que forma olas
en la hierba verde de las veredas
y que se torna más oscura en las cunetas.
El mismo verde que tiñen mis yemas
quemadas,
abrasadas de acariciar el mañana.
Muerdo el aroma de los fracasos
con chasquidos huecos y al aire,
intentando desgarrarlos en vano.
Mientras,
el caballo sin freno ni riendas,
escupe el bocado de la prudencia
y cabalga taimado
dejando imperceptibles huellas.
J. Roberto Martínez Delgado 130917. -
intentando desgarrarlos en vano.
Mientras,
el caballo sin freno ni riendas,
escupe el bocado de la prudencia
y cabalga taimado
dejando imperceptibles huellas.
J. Roberto Martínez Delgado 130917. -