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jueves, 15 de marzo de 2012

LA RUECA .- (Abril 2010)



Las comisuras de mi boca, casposas
de saliva reseca y el mismo sabor
gomoso y acre que satura mi lengua;
harto de masticar esta vida
dura y correosa,
como el filete que al final siempre hace
bola.
Ni un triste vaso de vino,
hace mucho que se acabó,
que mitigue, que alegre, que empuje
el monótono y áspero trozo sin
deglutir.
Aún peor el no poderlo escupir.


Entretejo las hebras de la inspiración
y utilizo la rueca de mi inventiva para
hilar y devanar
el hilo de mi vida.
Arrollo un ovillo
sin principio ni fin,
multicolor y enorme.
Mi gato, panzón y taimado,
cuyo nombre es “destino”, juega con él
mientras le miro.


Hay la poca luz de una vela
indecisa
que tan pronto se estira orgullosa,
como se arruga
medrosa y anodina.
Y en una esquina
de mi estancia polvorienta,
una araña gris y un poco peluda
me imita tricotando filamentos,
casi invisibles,
y pensando atrapar…
¡Dios sabe que!

En esta atmósfera asfixiante
danzan motas de polvo
llenas de ácaros,
supongo que divertidos
en un vaivén,
un sube y baja;
la espiral entretenida de un tiovivo,
y junto con el gato cabrón
es lo único que rompe
la monotonía cansina y mecánica
bajo la atenta mirada de los ojos
de la araña hirsuta y cínica…


Entremiro
y observo distraído,
impávido y redundante,
súbitamente dolorido…
Sorprendido miro la brillante y roja
gota de sangre que brota de mi dedo…

Enmimismado, me dejo invadir
por un sopor delicioso e inesperado,
y al mismo tiempo deseado…


Cuando me encontréis
seco y arrugado,
cubierto del polvo de mi estancia,
con los ojos fijos y opacos;
la vela convertida en una
masa informe y amarillenta,
sin la llama danzarina y titilante
que dibuje sombras chinescas;
dejadme.
Dejadme dormir tranquilo.
Cerrad la puerta despacio
y sin ruido.
He merecido mi descanso.


Aquí quedará,
vigilante y complacida,
alimentada por mis sueños
y alguna mosca inoportuna,
la araña gorda, gris y algo peluda.
Y los arañazos de un gato que,
desesperado,
saltó por la ventana.
Y un ovillo inmóvil, deslucido
y deshilachado
con el que nadie habrá de jugar,
ni tejer.


J. Roberto Martínez Delgado– (270410)